Este es uno de los pueblos más
coloristas, animados y bonitos de toda la costa lapurtarra, más
aún si le sumamos Sokoa y Ziburu, que junto con él
forman la bahía junto a la cual el río Urdazuri vierte
sus aguas al mar.
HACIENDO HISTORIA
San Juan de Luz fue antes que nada hospital para peregrinos durante
la Edad Media, y, partiendo de esa base, fue adquiriendo cada vez
más importancia. Ya para el siglo XV era un importante puerto
dedicado al bacalao de Terranova. Y no es de extrañar, ya
que tanto desde el principio dedicado a la pesca del bacalao y la
ballena como más tarde cuando sus marineros se convirtieron
en corsariosla historia de este pueblo ha tenido siempre una relación
especial con el mar. Eran tiempos de gran comercio marítimo,
y gentes como Haraneder, Xiban y Etxepare grandes corsarios todos
ellos hicieron que a esta parte de la costa vasca se la conociera
como "Nido de Víboras" por parte de los ingleses,
que controlaban gran parte de Lapurdi.
Por otra parte, Donibane ha tenido que sufrir a lo largo de su
historia muchos ataques tanto de tropas navarras como españolas,
y, por ejemplo, del incendio provocado por estos últimos
en 1558, sólo pudo salvarse la casa Ezkerraenea.
El XVII será el siglo de oro de San Juan de Luz, y en 1660
se producirá el acontecimiento que marcará para siempre
a la ciudad: la boda entre el futuro "Rey Sol" Louis XIV
y la infanta española María Teresa de Austria.
Por otra parte, el mar también ha supuesto una fuente de
desgracias para la ciudad, ya que más de una vez las grandes
olas han acabado con más de media población. Así,
no fue hasta el XVIII cuando se llevaron a cabo las obras necesarias
para mantener muchas de las actuales casas en pie.
LO QUE HAY QUE VER
El lugar de partida mejor situado para dar una vuelta por Donibane
es su oficina de turismo, a la izquierda según llegamos de
Ziburu. El conjunto formado por el puerto de pescadores a nuestros
pies y el pueblo de Ziburu de fondo es simplemente incomparable.
Una calle más allá encontraremos la animada plaza
Louis XIV con su imponente quiosco en el centro. El nombre le viene
a la plaza porque el futuro rey eligió el Palacio Mokoenia
para hospedarse durante los preparativos de la famosa boda. Este
palacio puede ser visitado en verano todos los días tanto
de mañana como de tarde (entrada para adultos 3,75 €).
A su lado tenemos el Ayuntamiento, de 1635, cuyo patio sirvió
así mismo como lugar de ejecución en tiempos de la
guillotina.
A la derecha de la plaza veremos cómo parte la animada,
comercial y peatonal Rue Gambetta, una zona propicia para comprar
un recuerdo de nuestro paso por aquí. La Iglesia de Saint
Jean Baptiste queda aproximadamente a mitad de calle. Primeramente
románica y luego convertida en gótica, fue ampliada
en 1649, y nos muestra un bello interior en el que destacan las
galerías masculinas, el retablo barroco y el techo de madera
tallada. Fue aquí donde se celebró la célebre
boda, y, si os fijáis, a la derecha de la entrada principal
veréis el hueco de pared (hoy tapiado) que sirvió
como puerta para la celebración. Por último, en la
sacristía hay varios obsequios dejados personalmente por
el rey.
En torno a Gambetta hay una serie de calles perpendiculares o paralelas,
todas típicas y animadas, que merecen un paseo: Garat, Etchegaray,
Rue du Midi
Por ejemplo, y volviendo a la plaza, a nuestra
derecha tenemos la pequeña Rue de la République, en
la que entre restaurantes encontraremos la antes citada Casa Ezkerraenea,
única superviviente del incendio de 1558.
En este punto, os proponemos cruzar la plaza y empezar a rodear
el puerto pesquero desde el Muelle de la Infanta. Aquí mismo
encontraréis la casa Haraneder o Joanoenia, también
llamada "Casa de la Infanta" porque es donde se hospedó
María Teresa antes de casarse.
El Museo Grevin queda justo detrás de este edificio, en
la calle Mazarin. En él se encuentra el espectacular Museo
de Cera, lugar de reunión de tantos personajes y acontecimientos
de la historia local, entre otros, cómo no, la boda real.
Abierto de abril a octubre, de 10 y 12 y 14 a 18:30 (julio y agosto
hasta las 20 horas); fines de semana y vacaciones escolares de 14
a 18 horas. El resto del año los grupos pueden reservar hora.
La entrada cuesta 5,25 € por adulto y 2,60 € por niño.
En el nº 2 de la calle tenemos la casa Granga Baïta,
donde el general Wellington estableció su cuartel mayor,
pero en general toda la calle guarda interesantes edificios de los
siglos XVII y XVIII.
Si lo que queremos es divisar la bahía entera y el fuerte
de Sokoa, podemos retroceder al muelle y dirigirnos al faro. Aquí
comienza una playa tan larga como bella, y también el dique
de contención, que le da personalidad a la anterior; no es
muy corriente encontrar algo así, pero, gracias a esta barrera,
Donibane puede hacer frente a los envites del mar. Fijaros en los
curiosos puentes-pasillos para acceder a los portales.
A mitad de camino del agradable paseo-sobre-dique, llegaremos al
casino, construido en 1928 en el estilo vanguardista de la época
el arts deco nouveau con la idea de un barco encallado en la arena.
Por último, si seguimos hasta el final de la playa, nos encontraremos
con el cabo Santa Barbara y el agradable espacio natural que lo
rodea.
Territorio:
A Baiona:
Altitud:
Población:
Vascoparlantes:
Extensión:
Densidad:
Fiestas: |
Lapurdi
23 km.
6 m.
13.632
sin datos
19 km2
703 hab./km2
Maskaradak (Carnavales)
San Juan (24 de junio) |
SOKOA
El mayor atractivo de esta aldea marinera es su fuerte construido
por orden de Enrique IV con el fin de atacar a los españoles
y proteger la bahía de San Juan. Por otra parte, un paseo
a su alrededor y por el pueblecito tampoco es nada despreciable.
ZIBURU
Desde que se independizó de Urruña en el s. XVII,
siempre ha querido anexionarse con Donibane Lohitzune, pero nunca
lo ha conseguido, ya que entre estos dos pueblos se mantiene una
rivalidad desde tiempos inmemoriales. El asunto es que desde Donibane
se tenía a Ziburu por un pueblo de categoría inferior,
y era aquí donde buscaban refugio sus propios marginados.
Entre tanto, Ziburu se dedicaba al mar, y, como con el tiempo el
transporte marítimo de su puerto fue rivalizando cada vez
más con el de San Juan, fueron nada menos que Lancre y Espaignet
los encargados de arreglar esas desavenencias, quemando a 500 personas
bajo la acusación o pretexto de brujería.
Junto al puente que une ambas poblaciones, tenemos el Convento
de los Retirados, uno de los primeros en utilizar la lengua vasca
en sus misas, cantos y catecismos. Junto a él podemos pasear
por el Muelle de Ravel, cuyo nombre procede de la casa nº 12,
la natal del famoso compositor Maurice Ravel. La reconoceréis
rápidamente, ya que es la única de estilo flamenco
entre las coloristas fachadas lapurtarras.
En la calle posterior encontramos la iglesia de Saint Vincent,
de los siglos XVI-XVIII, con su campanario en forma de pagoda y
un interior muy bonito. Por último, merece la pena andar
un poco entre las típicas callejuelas irregulares del centro
mientras os vais fijando en los curiosos dinteles.
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